18 ago 2010

ANDREA COTE BOTERO

Nació en Barrancabermeja en 1981. Es Licenciada en Español y Literatura de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Se ha desempeñado como docente de Literatura. Entre 1999 y 2001 dirigió el Festival Internacional de Poesía de Barrancabermeja. Ganó el Concurso Nacional de Poesía Universitaria, convocado por la Universidad Externado de Colombia en el año 2002. Es colaboradora del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas de Colombia, México y Nicaragua.


Es la autora del libro Puerto calcinado (2003), publicado por la Editorial de la Universidad Externado de Colombia en la colección Un libro por un centavo que circula con la revista El Malpensante. Poemas de Puerto Calcinado han sido traducidos al inglés, italiano, macedonio, alemán, francés y árabe y han sido incluidos en varias antologías de poesía. En palabras del poeta Juan Manuel Roca, Puerto Calcinado“revela un impulso por no escamotear ni la tragedia, ni el olvido, en los que se envuelve nuestro drama individual y colectivo”.



La merienda

También acuérdate María

de las cuatro de la tarde

en nuestro puerto calcinado.

Nuestro puerto

que era más bien una hoguera encallada

o un yermo

o un relámpago.

Acuérdate del suelo encendido,

de nosotros rascando el lomo de la tierra

como para desenterrar el verde prado.

El solar en donde repartían la merienda,

nuestro plato rebosante de cebollas

que para nosotros salaba mi madre,

que para nosotros pescaba mi padre.

Pero a pesar de todo,

tu lo sabes,

habríamos querido convidar a Dios

para que presidiera nuestra mesa,

a Dios pero sin verbo

sin prodigio

y sólo para que tú supieras,

María,

que Dios está en todas partes

y también en tu plato de cebollas,

aunque te haga llorar.

Pero sobre todo, María,

acuérdate de mí y de la herida,

de antes de que pastaran mis manos

en el trigal de las cebollas

para hacer de nuestro pan

el hambre de todos nuestros días

y para que ahora,

que tú ya no te acuerdas

y que la mala semilla alimenta el trigal de lo

desaparecido

yo te descubra, María,

que no es tu culpa

ni es culpa de tu olvido,

que es este el tiempo

y este su quehacer.







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